miércoles, 12 de septiembre de 2012

La retención de líquidos


La retención de líquidos

A lo largo de mi experiencia, no pocas veces he encontrado pacientes que me preguntan, desesperadas, que qué hacer ante la retención de líquidos…
Pues bien, en primer lugar, lo primero que hay que hacer es asegurarse que la persona, efectivamente, esté reteniendo líquidos, ya sea por causas internas (fisiológicas, debido a alguna enfermedad, desequilibrio hormonal o trastorno metabólico, por ejemplo) o externas, como llevar malos hábitos dietéticos o un estilo de vida sedentario.
A continuación, investigar un poco sobre las causas para poder tratar correctamente a cada paciente (muy a pesar de algunas –porque suelen ser ellas en su mayoría- que, impacientes, esperan como agua de mayo que empiece a relatarles el remedio mágico o el producto milagroso que les ayude a sentirse menos “pesadas”… Paciencia. Quisiera recalcar que la ansiedad y la impaciencia no ayudan de nada, ni el consumo de tales o cuales pastillas o productos acabarán de la noche al día con nuestros problemas… la solución recae en tomar conciencia del problema y comenzar a aplicar una serie de medidas que, poco a poco, hagan que remita).
Antes que nada voy a explicar, rápidamente, qué es la retención de líquidos. Como la propia palabra indica, es la acumulación de líquido –fundamentalmente agua- en los tejidos del organismo y se produce cuando el cuerpo (por el motivo que sea, físico, hormonal, metabólico…) no puede eliminar correctamente el líquido sobrante, impidiendo la correcta regulación de sus niveles.

Así pues, lo primero que hago es preguntarle a la persona que desde cuando lo lleva padeciendo y si tiene algún trastorno o enfermedad que pueda perjudicarle.
Con trastorno o enfermedad me refiero a algún tipo de insuficiencia cardiaca, renal o hepática, entre otras, o a alteraciones en los vasos linfáticos –existen más causas, pero escaparían al contenido del artículo y se adentrarían en el campo puramente médico, alejándonos del tratamiento dietético-. También el uso de medicamentos como los antihipertensivos o ciertas terapias hormonales pueden modificar la regulación de los líquidos del organismo, dando lugar a la citada retención.

Si descartamos esas causas internas y atendemos a las de origen externo –bastante más comunes-, podemos observar cómo la obesidad (dificulta la circulación y, por tanto, la correcta eliminación y transporte de líquidos); el sedentarismo (de la misma forma que la obesidad dificulta la circulación, un estilo de vida sedentario o un trabajo que obligue a mantener la posición sentada o de pie durante muchas horas, pueden favorecer también la retención de líquidos); algunos estados hormonales (como el embarazo o un tratamiento hormonal puntual) o una alimentación poco saludable, son factores de riesgo importantes que predisponen a esa retención de líquidos.
Respecto a la alimentación, hay que indicar que un exceso de sal y alcohol en la dieta son los principales causantes de dicha acumulación de líquido. 
Por tanto, la primera medida dietética a adoptar irá encaminada a reducir el consumo de sal en las comidas y a moderar el consumo de alcohol. Mucha gente me dice que apenas consumen sal, que utilizan muy poca. Lo cierto es que usar una mínima cantidad no tiene por qué constituir un factor de riesgo preocupante, al contrario, es necesario aportar al organismo una cantidad diaria que asegure que cumpla con sus funciones metabólicas (dejo un enlace donde se indica la cantidad diaria recomendada de sodio, las principales fuentes y los efectos que produce su consumo excesivo, así como las consecuencias derivadas de su deficiencia http://www.consumer.es/web/es/alimentacion/aprender_a_comer_bien/complementos_dieteticos/2005/11/24/147245.php), lo preocupante es que la mayoría de alimentos que consumimos, precocinados, procesados, snacks, refrescos… contienen hasta dos y tres veces más sal de la que utilizaríamos si preparásemos el alimento en casa; por ello, tratar de suprimir el consumo de productos procesados e industrializados (o al menos de compensar el aporte de sal en el resto de comidas) disminuiría bastante la cantidad de sodio total de la dieta y sería beneficioso para combatir la retención de líquidos.
Al principio, para acostumbrarnos al sabor de una comida “sosa”, recomiendo utilizar especias y hierbas aromáticas que potencien el verdadero sabor de los alimentos y añadan un toque distinto al plato. Además, algunas hierbas y especias ayudan a quemar grasa de forma eficiente (como el chile, la mostaza, ajo o jengibre, que aceleran el metabolismo favoreciendo la lipólisis), con lo que el argumento me resulta dos veces válido para tratar de animar a la persona a que restrinja el consumo de sal y apueste por las especias y hierbas, ya que este tipo de personas normalmente acuden primero a mí  para tratar de perder algo de peso.
También sería recomendable fomentar el consumo de grasas “saludables” (procedente de los aceites vegetales –fundamentalmente de oliva-, pescado azul, nueces, almendras, aguacates, soja…) y reducir el de grasas saturadas y trans (carnes, lácteos enteros, bollería industrial, mantequillas y margarinas…).
Lo ideal es basar la alimentación en la medida de lo posible en productos naturales y de temporada, libres de procesamiento, colorantes y conservantes artificiales, pesticidas y hormonas (en productos como las carnes de aves, huevos, lácteos, etc.), que favorecen los desequilibrios hormonales que están tan de moda y tan en auge y que enlazan, indirectamente, con multitud de trastornos derivados (como desequilibrios menstruales, problemas de esterilidad, estrés o ansiedad). Consumir abundantes vegetales de todos los colores, frutas, frutos secos, cereales enteros y ricos en fibra –a ser posible, ya que ayudan a eliminar toxinas y a regular el tránsito intestinal, combatiendo el exceso de volumen-, legumbres, pescados (alternar blanco y azul, rico en ácidos grasos omega 3, esenciales para el organismo) y controlar el consumo de carne y huevos (sin erradicarlo); todo ello acompañado de un poco de actividad física (fundamental para fortalecer venas y arterias, mejorar la circulación en general, eliminar toxinas… se recomiendan actividades suaves y constantes, como dar largos paseos por la playa, caminar, natación, montar en bicicleta..., que no tengan mucho impacto y que ejerciten fundamentalmente el tren inferior - la retención suele manifestarse de forma acusada y común en tobillos hinchados-) y beber abundante agua (mínimo 1,5 – 2 litros al día) son fundamentales para controlar los niveles de líquido del organismo.
Para finalizar, algunos consejos puntuales sobre alimentos que suelen funcionar para tratar la retención de líquidos.

O       Entre las verduras destacan la alcachofa, espárrago, cebolla y apio. Aunque verduras como el tomate, la calabaza, la berenjena o el calabacín también ayudan a desintoxicar al organismo y a equilibrar sus niveles de líquidos. Se recomiendan preparaciones simples y ligeras, para que no pierdan sus vitaminas y minerales. También se pueden encontrar extractos, caldos o pastillas.
O       Algas, como el fucus o la spirulina, aunque debido a su alto contenido en yodo no deben abusar de ellas las personas con hipertiroidismo.
O       Respecto a las frutas, aconsejo el consumo de plátano (rico en potasio, fundamental para regular los niveles de líquido del organismo), la sandía y la piña, potentes diuréticos.
O       Por último, infusiones de cola de caballo, diente de león, té verde, ortiga mayor y zarzaparrilla; todas ellas diuréticas que ayudan a depurar el organismo y equilibrar los niveles de líquido, acompañadas, claro está, de la adopción de los hábitos saludables descritos con anterioridad, y el consumo abundante de agua.

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