domingo, 2 de septiembre de 2012

Etapa 5. Mérida - Cáceres

9 de Julio de 2.012

Salimos de Mérida con mucho frío y ánimo regular. Pasamos por el acueducto, con su respectivo reportaje fotográfico, y vamos a desayunar. 
Primera irritación: paramos en un bar en la salida hacia la Vía de la Plata, un hombre empieza a preguntarnos que dónde habíamos pasado la noche y de dónde veníamos. Yo venga a decirle que veníamos de Huelva y que habíamos dormido ahí, en Mérida... y él, nada, a lo suyo, diciéndonos que habíamos dormido en Torremejía... Muy absurdo. Yo, que no; él, que sí... total, que al ver que el tío no se entera de nada, al final le digo, "venga, da igual" -empezaba a putearme mi momento desayuno, mi preferido, encima con una tostada de pan chapata con mermelada y mantequilla y mi té rojo de rigor...- e inmediatamente interviene la camarera (milagrosamente). Al final no sé si le quedó claro o no de dónde veníamos y dónde habíamos dormido, pero lo importante es que nos dejó desayunar.
Salimos hacia Proserpina. Es precioso, aunque el camino nos hace darle todo el rodeo. Nos encontramos a dos ciclistas que nos dicen "buen camino"... Pero eso no es nada especial, lo de risa es que, después de darle una vuelta enorme al embalse, los dos ciclistas de nuevo nos paran y nos dicen: "¿Os habéis perdido o le estáis dando queriendo la vuelta al embalse?". Nos quedamos pilladísimos e inmediatamente saltamos "No, no... nos hemos perdido!". Así que se ofrecen a "sacarnos" del embalse y dejarnos en la continuación del camino. Mientras, vamos charlando del camino, de la ruta, de las bicis... Son buena gente y nos dejan en el camino rumbo El Carrascalejo. 
Aquí el camino se complica. Camino de arenilla resbaladiza, grietas, surcos y cárcavas, además de pendientes que lo hacen accidentado, especialmente con carga.
La ruta se adentra entre jaras y alcornocales. Pasamos calor y por el camino pierdo a Fede... También hoy, después de cinco días de pedaleo, es el primer día que encontramos un peregrino (caminando). Es un hombre catalán que salió de Sevilla y que pretende llegar a Cáceres. Charlamos un rato con él y continuamos el camino hasta Alcuéscar, pueblo donde comemos en una terraza genial, con un camarero un poco vacilón. Es nuestro primer "Menú del Peregrino" acompañado del respectivo sello...
No tardamos mucho en salir, tras darnos cuenta que Fede se ha perdido... Nunca me lo perdonaré...
Continuamos. El camino no es complicado, pero mi hermano empieza a venirse abajo. Pasamos por Casas de Don Antonio (de largo) y continuamos hacia Aldea del Cano y Valdesalor, por un camino estepario, de guijarros y desolador. Día muy caluroso, complicado para el ánimo.
Por el camino encontramos algunos miliarios (en algunos aprovechamos para hacernos fotos, parar y refrescarnos, porque aunque yo voy bien, mi hermano se viene abajo por el calor).
Paramos en Valdesalor, una aldeucha perdida en medio de la nada. Mi hermano reposta barritas y el agua empieza a escasear. Solo 10 kilómetros hasta Cáceres. ¡Podemos! Pero no contábamos con la Sierra de la Camella. Horrible... apocalíptico... Grietas, pedruscos, mucho calor. Mi hermano quiere dar la vuelta, me contagia la desolación... ¡Vamos! Poco a poco llegamos arriba. Mal rollo. Me callo. Estamos destrozados. La rodilla me duele, en el horizonte, comienza a divisarse Cáceres. ¡Por fin! Tras atravesar el casco antiguo, damos con la pensión El César. Agradable y familiar. Un hombre regordete, que me recuerda totalmente al psicólogo, nos sella la credencial sobre la marcha y nos recibe cálidamente. Le pedimos información para el taller de bicis -mi bici comienza a fallar bastante- y una ruta gastronómica para cenar, que nos lo merecemos.
Nos hartamos de dar vueltas por Cáceres para acabar cenando en ¡¡Telepizza!! Así somos nosotros, aunque la verdad, nos sienta de escándalo... ¡qué rico! 
Tras cenar, sin miramientos y como autómatas, nos vamos directamente a descansar.

 RESUMEN DE LA RUTA:
  • Distancia: 78,34 km.
  • Dificultad: Media/alta 
  • Tiempo aproximado: 6 horas



 La etapa de hoy es una etapa distinta, respecto a lo que venimos viendo en días pasados. Comienza con poca dificultad, por un carril bici que une Mérida con el embalse de Proserpina. Aunque en todo momento la pendiente es ascendente desde la salida de Mérida, el paisaje hace que nos olvidemos un poco de los tramos en que cuesta pedalear arrancándonos continuos "¡¡Mira eso!!", "¡Dios! ¡Es impactante la majestuosidad del embalse!" o "¿Te imaginas cuando por aquí caminaba Tiberio y su séquito?" jejejejeje, bromas aparte, lo cierto es que, aunque sea una etapa dura, para mí fue una de las más significativas y de las que mejor recuerdo guardo.
Hasta Proserpina, fácil, sin pérdida, todo perfectamente señalizado y de circulación cómoda, por un carril bici entero para nosotros. Llegados al embalse hay que tener un poco de cuidado, si no, puede pasar lo que a nosotros nos pasó, que con la emoción de ver el embalse y su esplendor, en vez de continuar recto por la carretera de entrada, comenzamos a rodearlo por un caminito de tierra que lo circunda. Sin embargo, tengo que decir que merece la pena, una vez que se llega allí, dar la vuelta que dimos, aunque al final sumara unos 5 o 6 kilómetros más a la ruta.
Para enlazar de nuevo con el camino, no hay problema. Tanto si se rodea el embalse como si se sigue recto por la carretera al llegar, se localiza sin mucha dificultad una carretera secundaria que nos dejará a la entrada del camino hacia El Carrascalejo. Nosotros este tramo lo hicimos acompañados por los ciclistas que se ofrecieron a sacarnos del embalse, así que con la charla, no pudimos darnos cuenta bien de si estaba o no debidamente señalizado el desvío hacia El Carrascalejo.
Este camino, a pesar de su dificultad inicial, me encantó. Es un camino de arenilla blanca, con surcos y cárcavas que me recordaron a verdaderas rutas de BTT (de hecho, aquí empecé a echar de menos, y mucho, una bicicleta de montaña, en vez de una trekking) en las que hay que ir continuamente de pie, saltando y eligiendo bien dónde pisar. Disfrutamos mucho, concentrados, entre encinas y alcornoques, resbalándonos con las ruedas finas que llevábamos y con la adrenalina a tope. Son unos 8 kilómetros que pasan realmente rápido hasta llegar a El Carrascalejo. Además, aún no hacía el suficiente calor como para que el reflejo del sol en la arena blanca hiciese imposible circular con cierta comodidad. Dicho esto, creo importante citar aquí que quizá, la ruta de hoy, es una de las más complicadas de la Vía de la Plata para hacerla en días calurosos (por lo que digo de los caminos arenosos, de tierra blanca, polvo y pendientes variables). Nosotros salimos relativamente temprano y, aún así, pedaleamos por tramos duros en plena solana, en los que nos vinimos abajo por el calor tan insoportable; por eso recomiendo, especialmente en estas rutas (al menos hasta llegar a Salamanca), planificar bien las horas de salida para que en horas de máximo sol estemos descansando o en destino.
El Carrascalejo es una pequeña población sin servicios. Hay una iglesia pequeñita y muy cuidada, en la que aprovechamos para hacernos fotos.
Se sale sin dificultad del pueblo (está todo perfectamente señalizado, incluso con dibujitos. De hecho, me gustaría comentar que, una vez completado todo el camino, haciendo un balance global, tanto mi hermano como yo coincidimos en que las provincias que mejor señalizadas estaban era Badajoz y Cáceres) siguiendo las flechas amarillas.
Solo algo más de dos kilómetros y medio separan El Carrascalejo de Aljucén, otro pueblecito con servicios mínimos y cuidada iglesia y en el que solo paramos para repostar agua. El camino hasta aquí es fácil, un sendero de arena y tierra dura sin dificultad.
A continuación, desde Aljucén hasta Alcuéscar nos espera un largo camino atravesando dehesas extremeñas. La tierra cambia de color, del blanco al rojizo, y el camino discurre todo el rato dentro de los límites del Parque Natural de Cornalvo. El sendero se torna algo complicado a veces. Además de que hay que ir muy concentrados buscando las flechas amarillas en árboles y troncos, el terreno es incómodo para las bicicletas que llevábamos. Continuos tramos de piedras que ralentizan la marcha y obligan a circular pegando saltos y acumulando tensión en lo brazos y hombros. Además, la pendiente es ascendente durante casi veintidós kilómetros. Sin embargo, es un trazado muy bonito. El paisaje es espectacular y el aire puro que se respira no tiene precio. Los conejos atraviesan el camino continuamente y se pueden ver montones de aves rapaces.
Personalmente se me hace corto, y llego a Alcuéscar con fuerza, aunque la bici comienza a mostrar síntomas de que no le gusta el trazado que estamos siguiendo: continuos chirridos y crujidos empiezan a asustarnos, y la rueda que pinchamos en la Sierra de Huelva se ha abombado de manera espectacular. Comenzamos a apostar tratando de adivinar dónde nos dejará tirados...
Alcuéscar es el primer pueblo cacereño que pisamos. Hace calor y estamos hambrientos pero, por suerte, encontramos un restaurante (Alta Cuesta) con una terraza genial en la que corre una agradable brisita que hace que disfrutemos de un almuerzo más que merecido. Este restaurante ofrece menús del peregrino de muy buena calidad (comida casera y recién hecha y a muy buen precio (8€)) con el que es imposible quedarse con hambre.
Antes de las 15.00 h (nuestro mayor error de todo el camino, no planificar las rutas y dejar que nos cojan las horas de calor pedaleando) ya estábamos saliendo de Alcuéscar rumbo a Casas de Don Antonio.
El camino no tiene pérdida y se discurre con facilidad, está perfectamente señalizado al salir de Alcuéscar. Aunque el camino no entra en el pueblo, podemos acceder a él cruzando un puente romano que se conserva a la perfección.
A partir de Casas de Don Antonio se recupera la antigua calzada romana, paralela a la N-630. Sabemos que vamos bien según atestiguan los numerosos miliarios que vamos encontrando.
Hasta llegar a Valdesalor el camino es fácil y entretenido. Es un trazado relativamente llano y suave, que aprovecha en gran parte la antigua calzada romana; por tanto, el firme ya no es tan incómodo y, de todas formas, paralelo a la calzada también discurre el sendero de tierra (en Extremadura la señalización, como digo, es muy buena; además de la opción de la calzada romana, está indicada, en un cubo, la dirección del sendero de tierra mediante la inscripción de una rodadura; así, se puede elegir si continuar por el camino o por la calzada romana, siguiendo, respectivamente, el cubo con la rodadura amarilla o verde). La única pega en este tramo es el calor, así que hay que asegurarse de llevar la suficiente provisión de agua al menos hasta llegar a Valdesalor, puesto que, tanto Casas de Don Antonio como Aldea del Cano se dejan de paso y sería necesario desviarse (lo cual no se duda ni un momento si vemos que vamos escasos de agua) para visitarlos y repostar.
Una vez llegados a Valdesalor queda el último empujón final hasta llegar a Cáceres. El último sufrimiento del día es la subida al Puerto de las Camellas. Solo unos 12 kilómetros nos separan de Cáceres pero el camino es bastante complicado (el más complicado de la jornada me atrevería a afirmar). Aunque la señalización cambia (al salir de Valdesalor encontramos paneles de senderos comunes, no las ya conocidas señales del camino de Santiago) el camino es el mismo. Al principio no parece para tanto, una brusca pendiente ascendente continua no parece asustarnos. Pero, poco a poco, la cosa cambia; lo que al inicio era un camino, se transforma a medida que avanzamos en un estrecho sendero casi impracticable. Pedruscos por un caminito muy estrecho, todo cuesta arriba. Ésto sí que es BTT radical. La bici no deja de crujir y nos replanteamos seriamente saltar en cuanto podamos a la carretera nacional (no llegamos a abandonar el sendero).
Afortunadamente, una vez coronado el puerto, el camino se trasforma en una amplia cañada por la que ya sí es posible circular cómodamente, y que nos deja a las puertas de Cáceres.
Esta ciudad, declarada Patrimonio de la Humanidad, fue fundada como colonia romana, y antigua cuna de la Orden de Caballeros de Santiago. Es una ciudad pequeñita, agradable y acogedora que tendremos el placer de disfrutar durante dos días, ya que la bici, definitivamente, decide que es un buen momento para hacer un alto en el camino.
Nos alojamos en la Pensión El César, sitio muy recomendable tanto por la cercanía de sus dueños como por la inmejorable situación (muy cerca del casco antiguo de Cáceres) y precio. Es una enorme casa vieja, fresquita y tranquila. Las bicis se quedan seguras en un patio central al que se accede fácilmente. El señor que nos atiende es muy amable y nos proporciona información sobre la ciudad, taller de bicis y sitios baratos para comer y desayunar.


Alojamientos disponibles: la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Huelva nos facilita los siguientes:
  • Aljucén (Km. 260):
    • Albergue privado Annalena. 616 515 195. 15 personas + 4 personas. 10€.
    • Casa Rural. 25€ por persona.
  • Alcuéscar (Km. 281):
    • Albergue en Casa de la Misericordia. 927 120 024.
    • Casa Rural. 927 384 565.
  • Aldea del Cano (Km. 297):
    • Albergue municipal. 927 383 004.
    • Casa Rural. 666 431 420. 25€ por persona, 40€ doble.
  • Valdesalor (Km. 308):
    • Acogida municipal en campo de fútbol (colchonetas). 927 129 711. Preguntar por Carlos.
  • Cáceres (Km. 320):
    • Albergue municipal "Ciudad de Cáceres". Avenida de la Universidad s/n. 927 211 254.
    • Albergue particular "Las Veletas". Calle General Margallo, 36. 927 211 210 - 630 504 195.
    • Pensión "El César". Calle General Margallo, 61. 645 845 570 - 651 752 119. 25€ habitación doble. 

Servicios: la primera localidad con servicios que encontramos es Aljucén, a unos 16 kilómetros de Mérida. Este pueblecito dispone de servicios básicos (bar, centro de salud, farmacia, tienda y albergue). Hasta ahí podemos llegar sin dificultad. A partir de ahí hasta Alcuéscar, sí recomiendo recargar provisiones, ya que nos separan unos 21 kilómetros hasta el pueblo circulando por dehesas y parajes desiertos.
La localidad de Alcuéscar dispone de todos los servicios básicos que podamos precisar (bar, restaurante, centro de salud, farmacia, cajero, tiendas, albergue parroquial y hotel).
Una vez salimos de Alcuéscar nosotros no paramos hasta Valdesalor, ya que el camino no entra ni en Casas de Don Antonio ni en Aldea del Cano ni tampoco en Valdesalor, los deja de lado y habría que desviarse para verlos. Sin embargo, si vemos que estamos apurados, se puede parar cómodamente en Aldea del Cano, localidad que cuenta con todos los servicios necesarios (excepto cajero) o en Valdesalor (tiene pocos servicios, algunos pequeños bares y acogida municipal en el polideportivo). Hay que insistir en no quedarse corto con el agua, ya que el tramo aunque no es incómodo hasta Valdesalor, es largo y discurre por tierras donde incide mucho el sol y apenas hay árboles ni zonas para cobijarse.
Una vez llegados a Valdesalor, sí conviene recargar de nuevo y tomar energía para afrontar los últimos 10 kilómetros que quedan hasta Cáceres. Queda el tramo más complicado de la ruta, subiendo el puerto de las Camellas por un camino de difícil acceso y por supuesto tampoco hay fuentes ni nada hasta llegar a Cáceres.
Una vez alcanzada la meta, podemos disfrutar cómodamente de todas las comodidades y el descanso que ofrece la ciudad de Cáceres.


Qué ver / qué visitar: 
  • El Carrascalejo: pequeña población sin servicios de la que solo destaca la Iglesia Parroquial.






  • Cáceres: puesto que la jornada sexta la pasamos parados en Cáceres, dedicaré la próxima entrada a hablar sobre la ciudad y todo lo que ofrece. Como aperitivo, dejo una foto de su increíble Plaza Mayor, para ir abriendo boca de lo impactante que puede llegar a ser una ciudad tan pequeñita y acogedora y de la que los dos guardamos grandes recuerdos.






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