viernes, 14 de septiembre de 2012

Aclaración

A raíz de un comentario que me ha dejado mi compañera y amiga Graciela en la página web (https://www.facebook.com/LapsusParaLaVidaSana), comentando uno de los artículos de Cala Cervera que posteé, me gustaría aclarar algunas cosas.
En primer lugar, como profesional de la salud y dietista que soy, no me gusta (ni pretendo) hacer apología de dietas de adelgazamiento milagrosas ni mucho menos de dietas basadas en productos /suplementos/ exclusiones para bajar de peso.
Lamentablemente, existen muchas corrientes hoy en día que abogan por estos métodos, y mucho desconocimiento e irracionalidad que empuja a la gente a hacer con sus cuerpos verdaderos suicidios metabólicos.
Muy por el contrario, soy una defensora acérrima de la dieta equilibrada, variada y completa (además de natural, por supuesto) como principal medida de conservación y promoción de la salud (acompañada evidentemente, por la adopción de hábitos saludables como son la actividad física, no fumar, evitar el estrés, etc.).
Sin embargo, me aproximo a las ideas de la nutrición molecular en el sentido de que pienso que, desgraciadamente, en este mundo (o época) que nos ha tocado vivir, las prisas, los avances tecnológicos y la pereza nos ha hecho caer en el consumo desproporcionado de alimentos cada vez más procesados, menos naturales, más artificiales y llenos de sustancias químicas, hormonas, etc. Este tipo de alimentación influye decisivamente en el estado de salud de las personas, no solo a nivel físico, sino también, y lo que es no menos importante, en el aspecto psicológico.
Desde la nutrición ortomolecular se pretende dotar a la célula de los nutrientes adecuados para que éstas funcionen correctamente. Pero cada individuo es diferente, cada célula es distinta, por tanto, no se puede hablar de nutrición ortomolecular como una generalidad, como un credo genérico intocable válido para todos. Al contrario, se trata de respetar la individualidad bioquímica de cada individuo, que le predispone a sufrir patologías diferentes. 
De esta forma, se explica que por ejemplo, a algunas personas le siente mal el plátano (y ojo, digo sentar mal, no engordar –porque no todas las corrientes que se dedican al mundo de la nutrición han de relacionarse directamente con programas de pérdida de peso-) y a otras no; o que unas personas puedan vivir comiendo granos y leguminosas, y otras (como las que tienen predisposición a síndrome de intestino irritable) deban evitarlos.
Por tanto, se trata de identificar aquellos alimentos que perturban de algún modo el equilibrio celular de un organismo y tratar de reequilibrarlo a través de la alimentación, por medio de alimentos naturales, ricos en nutrientes y con el mínimo grado de procesamiento.
Si cuando digo que soy partidaria de excluir de la “alimentación equilibrada” alimentos que para mí son considerados peor que venenos como el azúcar, las harinas refinadas o las grasas hidrogenadas o trans, se me tacha de ser poco sensata, déjenme decirles que al organismo, poca falta o ninguna le hace consumir este tipo de nutrientes, totalmente carentes de valor nutricional y directamente relacionados con la aparición de enfermedades tan de moda y tan en auge (¿casualmente?) como las cardiopatías, obesidad, hipercolesterolemia, diabetes, trastornos hormonales, depresión y un largísimo etc.
Si a la hora de prescribir una dieta la podemos complementar con suplementos naturales que facilitan las labores de digestión, síntesis y metabolismo de los alimentos, ¿por qué íbamos a negarlo? ¿Acaso no será mejor finalizar una comida con una infusión de anís y tomillo –digestivos- que con un café o acompañada de un refresco de cola? ¿Tan ilícito es “suplementar” el zumo o batido matutino con copos de levadura de cerveza –ricos en vitaminas del grupo B y útil para tratar problemas como debilidad de uñas, piel y cabellos, por ejemplo-, semillas de lino –ricas en ácidos grasos omega 3 (entre otros componentes), potente anticancerígeno y regulador de niveles hormonales- o jalea real –energético y reconstituyente rico en vitaminas, enzimas, hormonas…-?

Me gustaría dejar claro que hoy en día existen muchas habladurías y falacias relacionadas con el mundo de la nutrición. Desde mi posición, me gustaría poder desmentir todo este tipo de teorías (algunas absurdas y contraproducentes si me apuran, además de peligrosas e inseguras) en la medida de mis posibilidades, siempre y cuando quede claro que soy una ávida defensora de una alimentación equilibrada y natural. 
Cuando digo natural, me refiero a que creo firmemente en las propiedades terapéuticas y nutritivas de los alimentos en su forma natural (y de las plantas, semillas, etc.), desaconsejando en todo caso alimentos procesados (edulcorantes, aditivos, colorantes, hormonas, refinados…) y desechando pautas dietéticas desequilibradas por sistema (sin valorar la situación personal del individuo, ya que no hay que olvidar que la dieta de un intolerante a la lactosa, por ejemplo, habrá de ser desequilibrada), sobretodo referidas a pautas de adelgazamiento extremas.

En siguientes entradas me gustaría ir desmenuzando y analizando algunas pautas dietéticas de moda (Dukan, Atkins, Montignan…), para que entre todos veamos sus pros y contras y si realmente merece la pena someternos a algunas de ellas y el precio que se paga por cada kilo perdido.

Como comentario final, quería hacer un llamamiento a aquellas personas que aún piensan que hoy en día, la labor del dietista / profesional dedicado a la nutrición es, meramente, “poner a la gente a dieta”, es decir, idear y preparar planes de adelgazamiento. Déjenme decirles, señores, que la labor del dietista va mucho más allá. No solo tratamos de analizar hábitos dietéticos incorrectos encaminados a lograr una reducción de peso, sino que la labor fundamental (o la haría fundamental, desde luego) es la asesorar/educar al paciente de la necesidad de inculcar hábitos correctos que permitan mejorar la salud o recuperarla (en el caso que la hayan perdido; y me estoy refiriendo a dietas terapéuticas), ya presente éste sobrepeso u obesidad, o no.
Por tanto, el mundo de la nutrición es mucho más que someter a un individuo a una restricción de alimentos porque así, matemáticamente, ha de adelgazar, perder peso… El mundo de la nutrición es más que eso. Es aconsejar al individuo aquellos alimentos que le pueden venir mejor, para sentirse mejor, tratar una patología o incluso perder o ganar peso; asesorar al paciente en el caso que presente algún tipo de disfunción que sea preciso corregir / tratar a través de la alimentación (ácido úrico, diabetes tipo II, hipercolesterolemia…); inculcar a la persona hábitos que pueden favorecer su salud en general (mejore su ritmo intestinal, aumente su energía, favorezca la recuperación tras el ejercicio…) o ayudar al paciente a adoptar unos hábitos de vida y de alimentación que le permitan mantenerse en su peso, promover la salud y alcanzar un estado de bienestar que garantice el desarrollo de todas las tareas cotidianas con energía.

Y para finalizar, me gustaría citar al gran Hipócrates, padre de la medicina, con una frase tan sabia como poco original: "Que tu alimento sea tu medicina, y que tu medicina sea tu alimento"

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